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miércoles, 11 de abril de 2012

EL EFECTO TERAPÉUTICO DE UNOS BACHES

Era un Centro Rural. Atendíamos 5 pueblos y una aldea. Las guardias eran de 48 horas. Aquella acababa de empezar.

Llegó  a consulta un hombre mayor acompañado de una mujer aún más mayor. Era su madre y se encontraba mal. Hicimos todo lo posible más todo lo que se nos ocurrió con los recursos disponibles en el centro. No se detectó nada anormal. Aparentemente todo estaba bien. Mi compañero facultativo iba a hacer un informe y a mandar a casa a la paciente.

No sé por qué razón, pero a mí algo no me cuadraba. Quizá el tono de piel de aquella mujer, no sabría explicarlo. Pero como tenía confianza en mi compañero, le advertí:

.- Francisco, esta mujer nos da un susto. No sé, pero yo no la veo bien.

De modo que decidimos trasladarla en la ambulancia a la capital. 45 km de distancia. Una carretera plagada de curvas y baches. Avisamos al conductor asignado que llegó enseguida. Mi compañero le dio instrucciones precisas antes de salir.

.- Pase lo que pase no pares hasta llegar al hospital. Date prisa pero ten cuidado.

Así que la buena mujer tumbada y su hijo sentado a su lado, ambos perfectamente acomodados y asegurados en la parte de atrás del vehículo, partieron hacia el Hospital más próximo.

Más tarde nos contaron toda la historia entre el conductor y el médico de Urgencias del Hospital.

 Hacia la mitad del trayecto, el hombre comenzó a golpear frenéticamente el metacrilato que le separaba del conductor gritando:

.- Pare, pare, mi madre está muerta!!!! No respira!! No tiene pulso!!!

Nuestro conductor, fiel a las instrucciones recibidas, trató de tranquilizarle recordándole que enseguida llegarían al hospital, pisó pedal y no paró hasta llegar a Urgencias.

Una vez allí les estaban esperando. Nosotros ya habíamos avisado. Les atendieron muy rápido. La mujer llegó viva. Su hijo no podía creerlo y ante su insistencia indagaron sobre la historia. La conclusión fue que la pobre mujer pudo tener una parada cardíaca a mitad del traslado. Los baches y las curvas del camino provocaron tal traqueteo que pudo servir de masaje cardíaco. Una especie de RCP improvisada.

        Días después, la mujer abandonaba el Hospital con tratamiento y convaleciente, pero viva. Volvieron a visitarnos al Centro y nos contaron su experiencia. Una anécdota curiosa que  esta vez terminó bien.

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