ShareThis

jueves, 26 de julio de 2012

¡PÉRDIDA DE MASA ENCEFÁLICA!


Anécdota cedida por R.P.G. Enfemera del 112.

      Soy enfermera del 112. Aquel día recibimos un aviso urgente. Nos advierten que llevemos de todo y nos preparemos para lo peor. Ha habido un accidente de tráfico. Una mujer mayor ha sido atropellada y presenta pérdida de masa encefálica.
     
       Llegamos. Efectivamente, ha habido un atropello. En medio de la calzada una mujer yace tumbada, consciente, orientada y además muy asustada. Presenta heridas sangrantes por abrasión en cara, manos y rodillas. Constantes estables, respira con normalidad. Mantiene una conversación, aunque hay que hablarle alto para que nos entienda. Se observa hipoacusia.
      Ha sido atropellada al cruzar la calle indebidamente. El conductor está presente, alarmado, solícito, insistente:
.- No la ví venir, se me echó encima, yo iba despacio, ¿está bien? ¿Puedo ayudar? ¿Se pondrá bien?
Procuramos tranquilizarle; a él y a la veintena de personas curiosas que se agolpan alrededor de la herida.
.- Por favor, ¡apártense!. ¡Déjennos actuar!.
      Aplicamos el protocolo; inmovilizamos el cuello, protegemos su columna, canalizamos vía venosa, etc.
      Comprobamos que la víctima presenta múltiples magulladuras y un golpe en el lado derecho de la cara que sangra. La sangre se extiende hasta la oreja y, efectivamente, presenta algo extraño y sanguinolento saliendo por el oído derecho.
.- ¿Es cerebro? .- pregunta curioso un transeúnte.
.- Eso es grave seguro!.- comenta otro curioso.
La mujer, tendida en el suelo, nos mira asustada, a pesar de que tratamos de tranquilizarla. Y es que desde el suelo, inmovilizada, debe tener una visión de la situación bastante alarmante.
.-¿Qué me pasa? ¿Me pondré bien?
      Tras un rápido examen verificamos que, aparentemente, no tiene nada roto. Sus constantes son estables.       Con sumo cuidado la colocamos en una camilla y nos metemos en la ambulancia. Durante el traslado limpio la herida de la cara y la sangre que se extiende por su oreja. En ese momento me doy cuenta: ¡Lo que tomamos por masa encefálica no es más que… ¡el sonotone!, que asoma descolocado y sucio de tierra y sangre.
      Trasladamos a la paciente en la ambulancia al hospital más próximo. No tiene lesiones de gravedad y nada roto. Múltiples magulladuras. 

domingo, 1 de julio de 2012

EL límite de la obediencia



Hortensia es una de mis 16 pacientes esta tarde. Es una mujer vital, extrovertida, que lleva varios días ingresada en la planta de cirugía en la que trabajo.
           Esta mañana tiene la glucemia muy alta, es hipertensa y sus cifras de tensión están por encima de lo permitido. Además, presenta dificultad respiratoria y está angustiada. Su saturación está por debajo de lo normal.
Como cualquier enfermera, cuento con un título que me confiere una cualificación profesional, es decir, conocimientos. Además, cuento con unos cuantos añitos de experiencia. Sumado a esto, tengo la ventaja de que conozco a Hortensia desde su ingreso y he tenido tiempo de leer su historial clínico. Sé de la propia dueña su historia y evolución. Por tanto, no me asusta la situación que observo. Tranquilizo a la paciente y actúo en consecuencia con los recursos que cuento y dentro de mis atribuciones, aplicando las primeras medidas.
            Una vez atendida, aviso al cirujano responsable para ponerle al tanto de la situación y de las actuaciones llevadas a cabo. En ese momento está en el quirófano, se muestra conforme con las medidas tomadas y me comunica tras escucharme que, dado que va a entrar a operar, avise al internista de guardia para que se haga cargo de la situación.
            Una vez cuelgo el teléfono, compruebo de nuevo el estado de Hortensia. La paciente está mucho más tranquila, sus constantes se han normalizado y la situación está controlada, por lo que decido no avisar al internista.
            Unas horas después, la mujer sigue estable cuando el cirujano responsable acude a visitarla. Sin embargo, se muestra molesto conmigo y afirma que debía haber avisado al internista como me ordenó. En ese momento soy capaz de responderle que con mis conocimientos y preparación me considero suficientemente preparada y amparada por la ley como para decidir no avisar a ningún otro licenciado especialista y asumir la responsabilidad. Que por mi parte ya había notificado los hechos y la situación de la paciente se había resuelto.
            A mi juicio las preguntas son:
                        ¿Cómo nos ven nuestros compañeros facultativos?
                        ¿Hasta dónde consideran que podemos asumir responsabilidades?
                        ¿Hasta qué nivel nos consideran preparadas?
            Y lo que es más importante:
                        ¿Somos “enfermería” los causantes de la consideración que otros profesionales nos tienen?

Ponte en contacto conmigo aquí!

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Suscribirse ahora Feed Icon