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lunes, 24 de junio de 2013

Después de 30 años, soy nueva

      Berta lleva 30 años ejerciendo como enfermera. Toda su vida la ha pasado en el servicio de neonatología. Está muy acostumbrada a los recién nacidos. Incluso es famosa por su facilidad para interpretar los llantos de los bebés, su capacidad para adelantarse a las incidencias y su resolución y eficacia ante las situaciones críticas.
            Le encanta su trabajo. Se maneja a las mil maravillas. Su planta es como su hogar. Está muy adaptada. Es un servicio cerrado y no suelen salir ni a la cafetería, por lo que Berta es poco conocida por el Hospital y ella apenas conoce el resto del Complejo.
            Hoy trabaja por la tarde. Está sola con una Auxiliar de Enfermería. Se llevan muy bien, ya llevan tiempo trabajando juntas.
            A las 4 les visita el supervisor de guardia.
            .- ¡Hola! –les saluda.- ¿Qué tal lleváis la tarde?

            .-¡Muy bien, muy tranquilas! ¿Cómo está el hospital? –responden
  
            .-¡Eso venía a contaros! Como ya sabéis, estamos en mínimos de personal. Además he tenido hoy varias incidencias. Me queda cubrir un puesto porque una enfermera no ha podido venir. He barajado todas las posibilidades y la única solución que veo factible es que tú cubras la baja, Berta. Al fin y al cabo aquí solo hay 3 bebés. Puede controlarlos tu compañera y que la enfermera de escolares, que está al otro lado del ascensor, lleve esta sala además de su planta. Ella también tiene pocos ingresados y está de acuerdo. Debes venir conmigo. Estarás con una compañera y ella te explica.-

            Berta nunca ha estado en otro servicio, salvo en prácticas y eso fue… cuando estudiaba. No cree que se acuerde de nada. Nunca ha ido a una planta con adultos. Desconoce el funcionamiento, no sabe las técnicas y aunque se acordara…las cosas deben haber cambiado mucho en estos 30 años. Está en shock, no le salen las palabras. Un sudor frio le recorre la espina dorsal. Nota un ligero mareo, palpitaciones y el corazón a mil por hora amenaza con escapar de su pecho cabalgando.

Aún así balbucea.
             .-¿Estás seguro? ¡Nunca he estado en esa planta! ¡Desconozco el funcionamiento, dónde están las cosas, los protocolos, las técnicas, las patologías! ¿Crees que puedo resolver algo? ¿Y si algún paciente se pone mal? ¿No deberías mandar a alguien con experiencia? Yo necesito reciclaje, entrenamiento, tiempo para prepararme…

            .- No te preocupes.- Haz lo que puedas. – Me dice.- Si tenéis algún problema me avisáis.


            Cristina lleva una planta de medicina interna con 33 pacientes. Le ha llamado el supervisor de turno a primera hora para advertirle que su compañera no irá a trabajar por un problema grave y que está buscando a alguien, pero hoy el Hospital está realmente escaso de personal y no sabe si podrá encontrar sustituta. Cristina ha insistido en que necesita a alguien, aunque sea unas horas. Son muchos pacientes, muy dependientes, con mucho tratamiento, curas, electros etc… Confía en que pueda encontrar a alguien. Aunque ya cuenta con que no habrá café ni merienda ni posibilidad de ir al WC. Cruza los dedos para que no haya ninguna incidencia.
           
Entonces llega el supervisor acompañado por una enfermera. Es una mujer menuda, ya entrada en los 50, con buen aspecto, pero una expresión de profundo terror. El supervisor le informa de que Berta será su compañera durante la tarde. Cuando se quedan solas, Berta confiesa que es la primera vez que sale de su planta.
.-¿Cuál es tu planta? –pregunta.
.- Neonatología – Responde Berta.
.- ¡Dios mio! –piensa Cristina.- Quizá debí asumir la planta yo sola y encomendarme a algún Santo que obre milagros.

            Y efectivamente, todo lo que Cristina pensó que ocurriría, sucede. Berta desconoce todo, lo pregunta todo, le pide supervisión para todo. Se convierte en una nueva responsabilidad y una nueva tarea a asumir por Cristina. Lejos de tener ayuda, lo que tiene es compañía, distracción y una nueva y enorme responsabilidad.
   
            Berta se pasó toda la jornada abriendo armarios y cajones, intentando interpretar registros y documentos, respondiendo con evasivas las mil preguntas que le hacían los pacientes, repartiendo tratamientos que no conocía ni tenía tiempo para aprender ni consultar y delegando en su compañera todo aquello que no sabía hacer y que a su colega le habría llevado más tiempo enseñarle que hacer por ella. Su tarde fue la peor de su vida. Intentó ayudar a Cristina, aliviarle el trabajo, pero se sintió inútil, fuera de lugar y acabó harta, angustiada y con la sensación de que no había podido hacer bien nada. Esa noche no durmió bien. Tuvo pesadillas. Y el malestar le duró toda la semana.
Cristina se la pasó respondiendo las dudas de Berta, supervisándola, sustituyéndola y vigilándola. Todo ello para tratar de sacar utilidad a una profesional que no sabía nada de su servicio y probablemente no volviera jamás. Puso mucho empeño en hacer sentir bien a Berta, intentó no enfadarse con su suerte y trató de pasar la jornada de manera que todo funcionara. Pero, aunque Cristina era una chica encantadora y muy educada, olvidó despedirse a la salida. Aquella había sido una tarde infernal. Acabó con la sensación de que no había podido hacer bien ni su trabajo ni el de Berta  y que quizá le habría ido mejor si hubiera asumido 33 pacientes ella sola.

.- ¿Debe una enfermera estar preparada para trabajar en cualquier servicio del hospital?
.- ¿Es legal y operativo poder mover al personal de enfermería a cualquier puesto?
.- ¿Se pone al paciente en situación de riesgo?
.- ¿Es justo el reparto de cargas de trabajo en cuanto a dotación de personal de unas unidades a otras?
.-  ¿Qué valor le damos los profesionales al reciclaje?
.- ¿Entendemos el aprendizaje permanente como parte de nuestra profesión?
.- ¿Cómo aprovechamos las oportunidades de formación?...


Gracias a Miguel Garvi @miguel_garvi y Ruth López @_Ruthlopez por invitarme a participar en la iniciativa de hacer visible el estrés que conlleva el tener que estar listas y preparadas para trabajar en casi cualquier sitio y lugar. Iniciativa a la que me uno convencida de que debemos protestar. Os invito a participar a través de redes sociales  en facebook Con L de Enfermera o en twitter @conLdeEnfermera


martes, 4 de junio de 2013

Me voy de Congreso!

       Me gustó la opción de asistir al congreso. Lugar atractivo, precio asequible, tema interesante y la oportunidad de presentar mi blog en una comunicación. El tema de la mesa era "Historias de vida y biografías como herramientas de investigación"

      Antes, debía enfrentarme a:
                    .- Solicitar el día y que me le dieran.- Ya que sabes de lo que hablo.
                    .- Resolver unos cuantos problemas domésticos.- Seguro que también sabes a qué me refiero.
      Mis problemas menores eran:
                    .- Iría sola y solo conocía a dos personas de la organización, que previsiblemente me harían poco caso, dadas las circunstancias.- Bueno, podía enfrentarlo como una aventura (¡Ay qué miedo! ¿no?)
                    .- Tenía que presentar un resumen de mi trabajo y que me lo aceptaran. Siendo tan lejos, ir por ir, mejor con una ponencia ¿no crees?

      Y fue toda una aventura. Los nervios y la emoción de esperar el deseado correo en el que confirmaran que aceptaban mi comunicación. La ansiedad al elaborar la presentación y hacer simulacros ante amigos y familia (menos mal que duraba diez minutos, si llega a ser más extensa me encuentro huérfana y desheredada).

       Una vez allí, tuve que buscar un sitio donde sentarme a aprender y obligarme a relacionarme. No podía pasarme dos días sin hablar con nadie. Mucho menos porque me diera verguenza o fuera tímida. Así que, desde el primer momento, me lancé al ataque. Descubrí que los aragoneses son gente cálida y amable. Con un gran sentido del humor y ganas de pasarlo bien. Con ese acento que se me pegó desde el primer momento. Me sentí mejor que en casa (sobre todo porque, sin ánimo de ofender, los castellanos es que somos un poco fríos así de entrada).

       No hubo momento, casi, que estuviera sola. Los cafés de media mañana se me hicieron breves hablando con algunas de las enfermeras que más tarde expondrían conmigo sus historias de vida. Las comidas las compartí con siete mujeres excepcionales e ingeniosas junto con intimidades, anécdotas y chistes. Y ya no te cuento el contenido del congreso. Bueno, vale, siempre hay algún rato que se hace pesado o cuesta mantener los ojos abiertos. Pero en general, muy instructivo y enriquecedor.



       Llegó el momento de exponer mi trabajo y debo reconocer que la gente que había conocido hasta ese momento fueron mi apoyo y mi aliento. Fui sola, y regresé con dos certificados, congresista y ponente, un montón de información, una lista de contactos y una experiencia inolvidable.


Ponte en contacto conmigo aquí!

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