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jueves, 31 de julio de 2014

Tú al quirófano, que de tus pacientes me ocupo yo

Ana trabaja en Reanimación desde hace año y medio. Sus inicios fueron duros. Reanimación está incluido en el servicio de anestesia y colabora codo con codo con el quirófano, así que Ana tuvo que aprender de todo. Fueron unos meses iniciales de mucho estrés, de estar al 100%, de miedo por no estar a la altura de las incidencias. Los pacientes están inestables y es fácil que te den una sorpresa desagradable. Hay que saber anteponerse a las circunstancias. Aprender a interpretar gestos, color de piel, respiración, drenajes… antes de que suene la alarma de la máquina y pueda ser más complicado resolver el asunto.
Aquel día estaba de noche y tenía tres pacientes en la sala. Dos de cirugía mayor, que debían quedarse 24 horas y una de trauma, que recibiría el alta y subiría a planta en cuanto despertara lo suficiente y todo estuviera correcto.
Eran, más o menos, las dos de la mañana y tenía todo controlado. Estaba relativamente tranquila. Como siempre, me acompaña una auxiliar de enfermería (TCAE).
Sabía por mis compañeras de quirófano, que hacía una hora estaban haciendo una intervención de urgencia. Cirugía abdominal. Complicada. El paciente pasaría a mi unidad si todo iba según lo previsto. Si se complicaba, también habían alertado a la UCI.
En el quirófano hay de urgencia dos enfermeras y una auxiliar. Suficiente para atender cualquier urgencia quirúrgica que surja. Pero a veces, hay imprevistos. Y ese día sucedió.
Una mujer en pleno proceso de parto con una complicación, requiere cesárea urgente. No puede posponerse. El equipo de enfermería de quirófano está ocupado. Hay que desdoblar. Avisan a la supervisora de guardia, que acude inmediatamente.
En estos casos, se busca una enfermera más y se doblan los quirófanos. Las dos enfermeras quirúrgicas atienden los quirófanos como instrumentistas. Cada una en uno. La auxiliar de enfermería de quirófano se queda como circulante en uno de los quirófanos y hay que buscar una enfermera más para que atienda como circulante en el segundo quirófano.
La supervisora no localiza a nadie y acude a mi, enfermera de Reanimación.

.- Ana, tienes que entrar en el quirófano.- me comunica, segura de sí misma.
.- No puedo,- respondo.- Estoy asignada a esta sala. Tengo 3 pacientes y no puedo abandonarlos.-
.- Yo me quedo vigilando. Tu entra en el quirófano, que te manejas mejor.-

En décimas de segundo, analizo la situación:

Esta es la realidad de la propuesta.
         Dejo mis tres pacientes a cargo de la supervisora (que lo es de consultas, de ahí su impericia en otras lides). Entro en uno de los quirófanos (presumiblemente en el de la cesárea, porque previsiblemente, acabará antes). Cuando termine de ocuparme de las funciones de enfermera circulante que me asigna, acompañaré al paciente a mi unidad (Reanimación) y le aplicaré el protocolo de bienvenida (tratamiento, control, cuidados, analíticas...estabilización) a la vez que recupero a mis tres pacientes y con un poco de suerte, también recibo al paciente del otro quirófano, asumiendo todas las tareas, funciones y cuidados que precise (y dado el cariz del asunto, tendré que montar el respirador)
Mientras, la supervisora habrá “controlado” a los pacientes de reanimación como te voy a contar. Acompañada de la T.C.A.E. (Auxiliar), habrá esperado pacientemente y con los dedos cruzados, a que no pase nada. En caso contrario, me iría a buscar. Y ahí se acabó el asunto (lo se por experiencias anteriores). De modo que a mi regreso, faltará todo el control de tratamientos, pruebas, mediciones de drenajes, etc, que tuviera que haber hecho en ese lapso de tiempo.
imagen URPA Hospital Universitario de Cruces
Osakidetza
http://anestesiareanimacion.hospitalcruces.com/10_2782/pagina.aspx

Conclusión: 
Yo llegaré con el paciente de quirófano inestable y precisando de toda mi atención, mientras “recupero” mis responsabilidades sin actualizar ni hacer.
Así que me la juego:
.- No voy a entrar en el quirófano si no me das una orden por escrito en la que asumes a los pacientes de reanimación y me eximes de responsabilidad si pasa algo. Como supervisora es tu papel resolver el asunto. Yo no me responsabilizo de todo, Reanimación y quirófano a la vez, porque es imposible, además de una sobrecarga innecesaria. Y marcharme de aquí es abandono de servicio. No abandono mis pacientes ni mis responsabilidades.
Me salió bien. Tras un breve intercambio de opiniones tipo
.- ¿Te estás negando?
.- Sí, tengo claras mis responsabilidades y las tuyas etc…

Solución:
La supervisora entró en el quirófano. En una cesárea siempre hay mucho personal habituado (ginecólogos, matronas, pediatra) y estaba instrumentando la enfermera del servicio. Además, los quirófanos estaban comunicados por la sala intermedia y la Auxiliar de quirófano estaba también fácilmente accesible. 
Todo eso yo ya lo sabía. Todo salió a las mil maravillas. No hubo problemas, tampoco represalias y nunca volví a saber de la incidencia. Yo me quedé en mi sala. 
Cuidé a mis pacientes como debía y asumí los dos nuevos y la carga de trabajo tal y como debía.


PERO:
.- ¿Tenía yo razón?
.- ¿Me la jugué?
.- ¿Se trataba de un abuso de poder?

domingo, 6 de julio de 2014

@LolaMont: Donar en vida

Mi personal visión de tu maravillosa gesta

En un momento de tu vida mágico, eliges y te elige quién deseas que sea “tu persona” “tu alter ego” “tu ser querido” “tu pareja”. 
Y será quien llene tu vida de momentos compartidos, de luchas a medias, será quien haga que la vida, ya no la vivas en soledad, sino en compañía. 
Así le pasó a Lola, hasta que, una enfermedad (terrible enemigo, durísima prueba) le puso en una situación de difícil decisión.

Dos hijos a medias, pequeños. Un marido, un padre que necesita un trasplante para seguir adelante. 
La vía normal no parece ofrecer solución en un plazo deseable. Corren el riesgo de perderle. 
Puede haber una alternativa, pero tomar la decisión requiere un valor, un riesgo, y una humanidad excepcionales. 
Lola puede ser donante en vivo y “jugársela” para “intentar” salvar a su mitad. Muchas preguntas en el camino.
Donar en vivo un riñón no es tontería. Te quedas con uno para ti. Aunque sea perfectamente compatible con una vida “normal”, no será tan “normal”. Habrá que cuidarse. 
Ánimo Lola
Vamos a por todas!
Y ¿si en el transcurso de la vida alguno de mis hijos necesita un riñón? Ya no tendré para darle a nadie más. Al menos, no mientras siga viva. 
Eso añadiendo que, siendo ella el soporte de todos, entrará en situación de vulnerabilidad. Debe reponerse pronto para seguir sosteniendo. 
Sumemos las presiones de algunos familiares y amigos, que la tachan de “loca”. El sacrificio y el riesgo no es entendible por todos. 
Pero lo tiene claro. Quiere a su mitad cerca de ella muchos años. Quiere regalar a sus hijos más años con su padre. 
Y reza porque esos años se conviertan en la suma de días de risas, abrazos y vivencias intensas sin tantos riesgos ni tantos cuidados.

Gracias, Lola. Gracias por contarlo, por hacernos partícipes, por recordarnos lo frágil que es la vida, lo bonito que es afrontarla en compañía y lo importante que es estar dispuesto a sacrificarse, a arriesgar para conseguir lo que se desea. 
Mis más sinceras disculpas por interpretar sin tu permiso, mi propia "tu historia". Pero no pude ni supe resistirme.
Sin tu experiencia, muchos no habríamos reparado en ello. Te deseo toda la suerte del mundo, porque te mereces conseguir todo lo que te propongas.


SI QUIERES SABER MÁS:


martes, 1 de julio de 2014

Liberar emociones: Déjame llorar

Mi paciente llevaba ya un mes agonizando. Noventa años. Terminal. El final esperado. Su corazón se pararía en cualquier momento.
Desde su ingreso, estuvo acompañado de su hijo. Se veía que habían forjado una bonita y estrecha relación. El hombre cuidaba a su padre como si fuera un niño, el niño de sus ojos. Y le hablaba constantemente, aunque mi paciente probablemente, ni oía ni era ya capaz de procesar las palabras. Sufría Alzheimer muy avanzado.

Cuando llegó el momento de la muerte, su hijo se mantuvo firme y entero hasta el último minuto. Acompañó a su padre hasta las mismas puertas de la muerte. Le sostuvo la mano, le habló
dulcemente y nos avisó cuando sospechó que su padre había fallecido. Cuando acudimos, sólo quedaba confirmar el hecho. No respiraba. No había pulso. Hicimos un electro porque es lo que marca el protocolo. Pero cuando nos avisó, hasta los rasgos y el color de la piel del anciano, advertían de lo sucedido.

Cuando nos llamó estaba tranquilo, resignado a lo inevitable, como aliviado. Sin embargo, cuando salimos de la habitación y avisamos al médico, no pudo más. Se abrazó a mí y comenzó a llorar desconsolado y roto.

En un primer momento, mi reflejo fue decir .- No llores, tranquilo.- Pero me callé a tiempo.
Recordé lo que había leído al respecto. Los cursos de “relación de ayuda” que había hecho. Mi experiencia en su lugar, mi experiencia como enfermera.

Y me callé. Permanecí en silencio, dejando que me abrazara, dándo tiempo y permiso para que expresara sus emociones en un ambiente tranquilo, seguro, libre de críticas y de frenos.
Dejar que fluyeran las emociones. Liberarlas, sin dejar que la desesperación nos invada.

      Recuerdo que, cuando murió mi padre, mi madre me dijo 
.- hija mia, la desesperación es como un gas. no dejes ni una pequeña rendija por la que pueda entrar, porque antes de que te des cuenta, te habrá invadido y será muy difícil deshacerse de ella.- 
Es bueno liberar emoción, pero sin descontrol.


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