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lunes, 14 de septiembre de 2015

No trabajes más, que me haces de menos

     
Hace unos días decidí ponerme a dieta. Como suele ocurrir, enseguida fui consciente de las tentaciones contra las que tendría que luchar. Tras una fiesta, acabamos todo el grupo en un Kebab. Como yo no estaba dispuesta a saltarme la dieta, pedí una coca cola light y me quedé un poco apartada. Entonces se desató la polémica.
          .- Come un poco, que no te va a pasar nada
          .- total, un día es un día
          .- Pues yo no entiendo cómo, para dos días que vivimos, eliges amargártelos. Yo no podría...
        La conversación duró bastante más de lo deseable, estaba preparada porque lo esperaba, pero no pude evitarla porque no quería a esas horas, ni inventar ni esconderme ni saltarme la dieta.
            Elegí dos argumentos para defenderme.
         1.-  Yo me siento amargada cuando caigo en tentación y me siento feliz y satisfecha cuando hago lo que me parece correcto. 
         2.- ¿No tenéis otro tema de conversación que analizar el por qué me marco una meta y soy capaz de luchar por ella a pesar de que nadie me apoye en mi objetivo? 

    Aquello me recordó otras situaciones, relacionadas con mi profesión enfermera y con mi labor profesional.
   En cierta ocasión, siendo de plantilla volante, me destinaron al quirófano. El objetivo era que aprendiera y pudiera hacer las sustituciones de verano y las incidencias. Llegué con tremendas ganas, absoluta ignorancia y un miedo aterrador. Dispuesta a que no me vencieran ninguno de estos tres elementos, me concentré en ponerme al día cuanto antes.
Las consecuencias de mi conducta fueron recibir frenos como estos:
          .- Deja de trabajar tanto ya, que nos vas a dejar mal a las demás
          .- A ver si te piensas que en un mes vas a aprender lo que a mi me ha costado varios años 

     En otra ocasión, colaborando en un trabajo de investigación, me llevaba a la planta los artículos que tenía que leerme. Cuando me veían leerlos, surgía la polémica
         .- Pero ¿Qué lees? Vaya rollo!! Si no te va a servir para nada ni  te lo va a reconocer nadie!!
   Curiosamente, los comentarios solían venir de compañeros de profesión. Los médicos no se pronunciaban o se interesaban, daban su opinión e incluso se ofrecían a echarte una mano.
    Durante la elaboración de ese trabajo, cuando se pidió la colaboración de los profesionales para cumplimentar cuestionarios, era frecuente oir, de cara o por detrás, comentarios tipo 
      .- Nos tendrá que poner como autoras a nosotras también
      .- Con el trabajo que tenemos, encima otra tarea más y sin cobrar ni un duro.
   Es curioso que las mismas personas reticentes a la colaboración, sean las que luego van que vuelan cuando los cuestionarios los solicita el jefe de servicio o el facultativo con el que se llevan bien.

   Suele ser habitual que cuando alguien trabaja y se esfuerza, encuentre gente alrededor que trata de convencerle de que no lo haga. Quien te frena, suelen ser personas que te envidian porque no son capaces de hacer lo mismo, con complejo de inferioridad y miedo a quedar en evidencia. Busca apoyos, siempre hay gente dispuesta a ayudar, aunque estén menos visibles y los necesitarás para vencer tanta zancadilla. No te rindas. No será fácil, pero merece la pena.

    Cada uno elige lo que quiere y lo que está dispuesto a sacrificar. Elige tu camino y no te apartes por lo que te digan los demás.

Esta entrada destaca una conducta negativa, es frecuente y bien extendida, pero, afortunadamente, no siempre es así y muchas veces, uno encuentra apoyos y estímulos en personas del mismo colectivo.

martes, 1 de septiembre de 2015

De lo malo se aprende más: Supervisora de enfermería

          ¿Supervisora yo? Aprender de la mala experiencia ajena


   En el breve tiempo que ya llevo de supervisora, he llegado a varias conclusiones.

1ª.-  Sigo siendo el jamón del bocadillo: Siguen dándome por arriba y por abajo. Lo único que ha cambiado es que por arriba no está mi supervisora (¡qué gracia!, ahora esa, soy yo) sino la Dirección de Enfermería. Y por abajo no tengo otras categorías como auxiliares o celadores, sino a las enfermeras que ayer eran mis compañeras (y que no se me olvide, pues un día volveré a serlo)
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2º.- Por muy buena reputación que tengas, nadie te hace caso nada más llegar. Te observan cautelosos, pero sólo están estudiándote. Para ganarte a la gente, no es suficiente tenerbuena fama, necesitas ser un buen líder. Y convencer es cuestión de tiempo, paciencia, demostrar y dar ejemplo.

3º.- Esta me la enseñó mi madre, y he podido comprobar su veracidad: Hay que hacerse respetar. El respeto hay que ganárselo y solo hay dos tipos; por amor o por temor.


      Una supervisora con mucha más experiencia que yo, muy amiga mía y que me ha ayudado mucho, me contó esta historia:

          Llevaba poco tiempo como supervisora en la planta. Aún trataba de hacerme la simpática, porque tengo mucho carácter y deseaba ganarme a la gente. 
           Era una unidad de pacientes de avanzada edad y/o terminales y con profesionales de dudosa fama (incluso había trascendido a la población). 
       Mi primera impresión cuando conocí al personal de enfermería (enfermeras y auxiliares) no fue positiva. Salvo una o dos excepciones, me parecieron personas desmotivadas, negativas, vagas, quemadas y pasotas. 
          Cuando se trata de pacientes tan dependientes, ver esta actitud profesional saca lo peor de mi carácter. Las vigilé y examiné con lupa y descubrí actos deleznables, susceptibles de ser denunciados. Medicaciones que no se administraban, pacientes a los que no se movía en todo el turno, a otros no se les cambiaba el pañal en horas y otras actitudes tan malas o peores. La mala fama no era inmerecida. Me alteré de tal manera, que me propuse resolver la situación por mi misma. ¡Error!! No consulté a nadie y no se lo notifiqué a nadie. Deseaba arreglarlo yo sola y no dar más publicidad al asunto. 
          Les reuní a todas urgentemente.
     
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   Fue una reunión que no olvidaré en la vida. Yo lo llevaba todo muy bien preparado, pero caí en una trampa. El personal estaba ya muy quemado conmigo. Mi actitud examinadora no les había pasado desapercibida y había ya creado un mal ambiente, tenso y a la defensiva. No solo negaron que sucedieran los hechos de los que les acusaba, sino que fui tratada de acosadora, prepotente, déspota y agresiva. Perdí los nervios en la reunión y me alteré. Todo ello sirvió para que presentaran un escrito en mi contra ante el gerente del Hospital.
        Me vi cruelmente acusada y lo peor es que era consciente de que nadie sabía lo que sucedía en la planta, pues había sido muy discreta.
        En cuanto supieron del escrito, la Dirección me llamó al orden y lo conté todo, por suerte, tenía pruebas de algunas de las acusaciones que les hice a mi personal. Me costó reconocer mi carácter fuerte y que había perdido los estribos. Pero profesionalmente me conocían y eso obró a mi favor. Eso y que, entre el personal de la planta, también se unieron para defenderme aquellas enfermeras que yo consideraba buenas profesionales. Fue una sorpresa muy agradable, pues sabía que llevaban tiempo callando las malas conductas de sus compañeras y por no enfrentarse a ellas, yo las consideraba cómplices.
         
De todo ello, aprendí muchas cosas:
           Se debe tratar con respeto y educación a todo el mundo, independientemente de que ellos te lo muestren a ti, pues sólo así, puedes exigir para ti el mismo respeto.
          Es mejor ir con la verdad por delante. La claridad y la transparencia no solo te hacen libre, la falta de claridad es la principal causa de fracaso.


 Si quieres conseguir algo, debes ser un buen líder y comportarte como tal.

http://sobrevivirrhhe.com/2015/08/20/9-caracteristicas-del-lider-perfecto/


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